Recuerdos, de Woody Allen (1980)
El año siguiente a Manhattan, Woody Allen hace un homenaje a Fellini y realiza una reflexión sobre su propia obra y sobre el sentido de la misma. Deja poco a poco atrás las comedias alocadas (que son una de sus cimas creativas), y tras filmar dos obras esenciales para el cine moderno en los tres años anteriores, se sumerge en un ejercicio de estilo en la forma y el fondo. Como ocurría con Fellini, el equilbrio es delicado, y Allen sobrevive entre el caos de salirse de la ortodoxia narrativa. Incluso deja algunas imágenes de una enorme fuerza visual. Es una película que adquiere mayor importancia en lo que tiene de ser un punto de inflexión respecto al cine de comedia, y su cine posterior. Entre tanto Allen consigue sus mayores logros en sus cantos a la nostalgia durante toda la década enlazando un número considerable de obras mayores. Se hace referencias a Fellini, pero también hay mucho de Bergman (Al año siguiente le hará otro homenaje en la Comedia Sexual de una noche de verano). Porque el cine del director sueco es en gran medida una reflexión sobre el existencialismo, sobre el sentido de nuestros actos, y la construcción libre de nuestro camino. El existencialismo en Allen tiene que sobrevivir entre personajes que le rodean que esperan cosas que él se siente incapaz de dar, y un camino en hacer películas que es uno de los pocos modos para ir entreteniendo el paso del tiempo. Muchos de esos temas vuelven una y otra vez en sus películas posteriores. En ese sentido esta película es una semilla de muchos de los temas que volverá a tratar continuamente en su carrera posterior con distintos tonos y tratamientos, en algunos casos logrando resultados sobresalientes.