La infancia de Iván, de Andrei Tarkovsky (1962)

29.09.2021

Tarkosky en su opera prima ganó el León de Oro del Festival de Venecia. Nadie más lo ha logrado. En los años 50, Ingmar Bergman había realizado ya algunas de sus grandes películas. Es el Bergman más interesante: en blanco y negro. Con limitaciones y concesiones al espectador: a la inteligibilidad. Hay mucho del director sueco en esta primera película del director de la Unión Soviética. También hay mucho del cine soviético que viene desde la época de Eisenstein, pero al mismo tiempo hay un aire nuevo visual, que lo encuadra a los aires de cambio que se estaban produciendo en el cine europeo. La película es dura y exigente. No es cine para todos los ojos. Es un cine duro por el tema: la historia de como los horrores de la II Guerra Mundial afectan a un niño, el cambio de su pasado a su no futuro. Es cine duro porque es contemplativo, y no apto para los que no saben pararse a mirar el mundo. Pero es cine con mayúsculas. Es un cine del que hay creación de imágenes al servicio de la mirada cinematográfica realmente notables. Imágenes de las que te dan una nueva forma de mirar lo que siempre está delante de los ojos. Hay un retrato cinematográfico del lago que separa los dos frentes que es realmente una joya. Bosques con sentido de transcendencia. Guerra en donde no se muestra la guerra explícita, sino que es más bien un fantasma pesado en las mentes. No había visto ninguna película de Tarkovsky. Esta primera demuestra que se merece un lugar notable en el cine que trasciende al simple ocio. Bergman decía que le había cambiado la forma de hacer cine ver esta película. Veo dos películas de Bergman que me impresionaron mucho de adolescente posteriores a esta película: La vergüenza (1968) y La hora del lobo (1968). En el recuerdo pienso que es verdad que en esas películas había un acercamiento a las personas diferentes a sus películas anteriores. Muchos primeros planos, búsqueda de la profundidad psicológica con los detalles de lo cercano, otra forma de acercarse a lo psicológico por encima de lo narrativo. Es posible que en esos personajes en búsqueda de la trascendencia de la existencia hay mucho de ese Iván. Para mi Bergman terminaba en un optimismo en defensa de la libertad de ser del individuo, en un mundo sin Dios y sin esperanza de trascendencia. La libertad de elegir nuestro propio camino y existencia, construir el sentido, desde la autonomía de saber el nihilismo que nos rodea. Iván , la guerra le ha dejado sin futuro, y sin presente, sólo con pasado. Suerte no haber dejado la infancia en una guerra. Suerte no ser Iván tenemos.