La hora final, de Stanley Kramer (1959)

26.11.2020

En ocasiones hay determinadas películas que no tienen el reconocimiento de la enorme grandeza cinematográfica que tienen. Este es uno de esos casos. Resulta absolutamente incomprensible que esta película no tenga el reconocimiento que se merece, que es la de ser una película absolutamente con categoría de obra maestra. Probablemente se debe a ser una de las películas más desasosegante y más duras que se ha realizada jamás en la industria de Hollywood. Película que recuerda a una mezcla de la maravillosa "De aquí a la eternidad " y con el contexto de la carrera armementística nuclear que pocos años después trataran películas como "¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú ". Probablemente la bajada de la amenaza nuclear después del fin de la guerra fría ha llevado a cierta pérdida de vigencia del contexto de la película, pero en realidad se puede hacer una lectura de la misma diferente: la de enfrentarnos nosotros mismos con nuestra propia finitud y nuestra propia conciencia de nuestra temporalidad. Frente a posibles intelectualismos todo está rodeado de una belleza plástica del cine clásico de Hollywood en un estilo parecido a la también impresionante ¿Vencedores o vencidos?. Punto y aparte merece el reparto, de los más impresionantes de la historia del cine. Gregory Peck como siempre extraordinario al nivel de los que son eternamente grandes: Cary Grant, James Stewart, John Wayne, Kirk Douglas, etc. Ava Gardner cuando sustituyó la belleza más grande que el cine ha dado por una mujer de mirada desgarrada por haberse "bebido la vida" y quemada por la pasión interna con la que vivió e interpretó. Anthony Perkins brillante en una carrera extraordinaria más allá de "Psicosis". Y palabra aparte en está película Fred Astaire, que igual que Sinatra en "De aquí a la eternidad" o del último Buster Keaton borda un papel secundario que lo lleva de la sutileza del baile de sus increibles películas de los 30 a la constatación de su grandeza como actor dramático. Y Stanley Kramer en una dirección con momentos de enorme grandeza cinematográfica: clásica e innovadora al mismo tiempo. Un relato melancólico, triste, optimista y alegre en ocasiones, y muy bello en muchas ocasiones a ritmo de "Waltzing Matilda" ( en una de los usos de una canción como tema recurrente más brillantes que recuerdo en una película) Una obra maestra del cine que se merece que se la ponga en valor, porque lo tiene y mucho.