El marqués de Salamanca, de Edgar Neville (1948)

13.01.2021

Edgar Neville es una de las figuras más interesantes de la postguerra española. Su época dorada son los años 40. Es cierto que estaba haciendo cine desde 1930, con la llegada del sonoro, y que lo hizo tanto en España como en Hollywood. En los años 40, cuando lo mayoritario era un cine histórico un poco acartonado, desde la comedia o el drama ligero hizo una serie de películas que se mantienen realmente bien en el tiempo, y con un estilo y una temática muy diferente a los rigores del régimen franquista. "La torre de los siete jorobados" (1944), "Domingo de carnaval" (1945), "La vida en un hilo" (1945) o "El crimen de la calle de Bordadores" (1946) son algunos ejemplos de su notable contribución al cine de la época. Edgar Neville tiene elementos de ese aire cosmopolita de Enrique Jardiel Poncela o Gómez de la Serna. Ser capaz de ser cosmopolita, adaptado a los lenguajes internacionales, desde los hechos e historias locales.
En este caso, adopta una lectura de un personaje apasionante, malagueño de influencia enorme en el siglo XIX, llegado a Madrid a convertirse en uno de los hombres más ricos y visionarios de la transformación de España. Así lo presenta Edgar Neville, como un empresario innovador dispuesto a arriesgarse y a arruinarse una y otra vez, para intentar la transformación de España en la época Isabelina, teniendo que lidiar permanente con la figura de su enemigo Narváez. Es un tono de drama de la época parecido a los dramas de Bette Davis de ese momento. Retrata un poco idealizado tanto la época como el personaje, pero la película es ágil, e incita a saber más del personaje que una vez llegó a ser Ministro de Hacienda, e impulsor urbanístico de Madrid, del ferrocarril a Aranjuez, y de una cierta visión internacional de los negocios. Su huella queda todavía y mucha en Madrid, y debería tenerse memoria con personaje tan relevante. Igual ocurre con el cine de Edgar Neville.