El beso mortal, de Robert Aldrich (1955)
Todos los géneros cinematográficos han ido evolucionando en su contenido y en la forma a lo largo de las décadas. El cine negro no es una excepción. Al principio los detectives bebieron de las novelas de Chandler y de Hammet. Luego los directores exiliados de Europa en la II Guerra Mundial incorporaron formalmente elementos del cine expresionista alemán. Y paulatinamente esas historias se convirtieron más que en unas películas con unos personajes concretos, en un modo de ver la condición humana: una indagación en el lado oscuro de su conducta. En eso el cine negro dió profundidad psicológica a los personajes de las películas alejándose de los héroes y personajes buenos. La maldad y los malos podían ser objeto de interés.
Y los años fueron cambiando: y en los 50, empezaron a hacerse películas diferentes del género con otras temáticas: "Manos peligrosas" de Samuel Fuller, "La noche del Cazador" de Charles Laughton o "Sed de Mal" de Orson Welles.
En este caso, Robert Aldrich narra la historia desde un punto de vista clásico pero lo contextualiza en un mundo en donde se empieza a vislumbrar un cine de espionaje con la vista algo centrada en la guerra fría, pero todavía con muchas de las claves del cine negro. Un personaje que va haciendo una indagación de un lado a otro. Mujeres que se apasionan con él. Hombres duros que les dan fuerte a los puños, y que van cayendo. Hay una vuelta a Marlowe, pero ya se esboza que lo que había cambiado era el mundo que rodeaba a los personajes. Cine negro muy notable. Recomendado por Scorsese en su viaje por el cine norteamericano, y con razones notables.