Ascensor para el cadalso, de Louis Malle (1958)
El cine francés vivió a finales de los 50 el cambio desde el cine más clásico que había dominado desde los años 30 con raíces en Jean Renoir al cambio que significó la llegada de la Nouvelle Vague con Los 400 golpes (1959) de Truffaut, y Al final de la escapada (1960) de Godard. Oscilando entre ambos está la obra de Louis Malle que se prolongará varias décadas con algunas excelentes películas: Lacombe Lucien (1974), Atlantic City (1980), Adiós, muchachos (1987), Herida (1992) o Vania en la calle 42 (1994). En contenido la obra de Malle siempre está preocupada por las herencias de la segunda guerra mundial, por la experimentación narrativa que no descuida el clasicismo, y por el desasosiego del hombre en la ciudad y consigo mismo.
En esta primera película de su carrera hace un excelente policíaco, género de enorme tradición en Francia, con un guión excelente y varias historias que se mezclan, y en donde determinados espacios y elementos se convierten en claves para el desarrollo de la historia. Es una película muy de atmósfera, que creo que es una característica bastante cercana a las primeras obras de la Nouvelle Vague. Es una ciudad de un París de cafetería y calles nocturnas, en donde deambula Jeanne Moreau. En eso se aprovecha de la inmensa trompeta de Miles Davis, que estaba en plena etapa de revolución del Jazz en París en aquel momento. Es una película excelente de un director que requiere de la máxima admiración por su siempre interesante mezcla entre clasicismo y nuevos modos de narrar. Cine negro a la francesa de muchísima calidad.